Headcanons del personaje Sherlock Holmes

Bienvenidos. El fin de este blog es para que todo aquel que siga en la red social Twitter el rol de #SHRol y a su vez o independientemente lee el fanfic escrito por mí y basándome en dicho rol The Man Who Can, podáis acceder a curiosidades y datos que me he inventado sobre la vida de Sherlock Holmes. Podréis leer historias y headcanons como su infancia, juventud, su tiempo en la universidad y lo que para mí hizo esos tres años después de fingir su muerte, entre otras cosas. Aconsejo que si sólo estás leyendo el fanfic, no curiosees mucho por aquí, ya que puedes encontrar datos spoilers que todavía no habrás leído en The Man Who Can. En la barra a la derecha, además de la dirección al blog del fanfic, las secciones del blog, el archivo del blog con las entradas ordenadas de arriba a abajo, también podéis acceder a otros blogs de personajes del rol y el fanfic.


Relación con John Watson

Conforme pasa el tiempo, Sherlock se da cuenta de que necesita a John tanto como este le necesita a él. 

Sherlock le proporcionó a John acción, aventuras, algo que extrañamente añoraba de su tiempo en el frente pero que no le dejaba dormir por las noches del miedo. Ese terror le hizo ver cuando Sherlock se fue que ya no lo quería, no lo necesitaba. Lo despreciaba, porque le había quitado lo que más quería. Por eso al retorno de Sherlock, su principal y más importante misión es protegerlo para no vuelva a irse de su lado y no lo deje solo otra vez.

Por su parte, Sherlock nota que John es la única eprsona que hace que afloren sus sentimientos, que tenga emociones. Lo ve tanto como algo bueno como malo: bueno porque le gusta que haya sido John quien lo consiga, haciéndole ser mejor persona, y malo porque a su vez los sentimientos son una debilidad y puede ponerlos a ambos en peligro. Su misión también será proteger a John a la vez que intenta buscar una solución a su relación para que puedan estar juntos sin exponerse demasiado.

En definitiva, ambos intentan ponerse a salvo mutuamente, lo que da lugar a un choque de sentimientos, porque Sherlock no cree que necesite protección por parte de John y viceversa. A pesar de ello, Sherlock va desarrollando unos sentimientos más fuertes hacia John cuando consigue abrirse y no reprimirse, no ocultar lo que siente desde hace tiempo.

Curiosidades sobre su relación:

  • John le esconde los cigarrillos a Sherlock, quien se pone fervientemente a buscarlos pero nunca logra encontrarlos. Como venganza, se pone delante de él y le obliga a mirar cómo se coloca tres o cuatro parches de nicotina, con una mirada desafiante. John termina por acercarse y quitárselos, pero no le da tampoco los cigarrillos.
  • Suelen discutir por quién va a comprar leche. Muchas veces va John, pero cuando este se enfada de verdad o tienen una fuerte discusión, John se despierta al día siguiente viendo unos cuantos bricks de leche que Sherlock fue a comprar después de la pelea.
  • Sherlock toca el violín para quitarse de encima el aburrimiento por el trabajo o para pensar, pero cuando ve a John trabajando en la mesa del salón, se pasea de un lado a otro mientras toca, algo que frustra a John y no le deja concentrarse.
  • Aunque la parte de discutir con Sherlock no le gusta nada, a John muchas veces le resulta adorable cuando el detective se enfurruña y se tumba echo un ovillo en el sofá, tapándose con la bata.
  • La herida de guerra de John sólo le molesta cuando se estresa o cuando está nervioso por si Sherlock está en peligro o le nota algo raro.
  • John es la única persona que se percata y adora los pequeños gestos faciales que hace Sherlock, como cuando no capta del todo algo o quiere preguntar alguna cosa sin usar palabras, entrecierra de manera apenas perceptible un poco el ojo izquierdo.
  • John no faltó ningún día a visitar la tumba de Sherlock, y a veces sentía que alguien le observaba, pero hacía caso omiso. Unas dos semanas antes de dar la cara ante John, Sherlock le observaba de lejos cada día en su visita al cementerio, así que en cierta medida sí estaba siendo observado.
  • La paciencia de John merma con los años cuando habla con Sherlock, pero al ver que poco a poco el detective muestra indicios de sentimientos o emociones, vuelve a ser paciente, y se sorprende y emociona cuando Sherlock le da muestras de esos sentimientos.
  • Aunque no comparte la misma pasión que Sherlock con la música, intenta mostrar interés por el mero hecho de estar a su lado, y poco a poco se acostumbra y le va gustando.
  • A Sherlock le hace gracia que John escriba tan lento en el ordenador, y a veces se sienta muy cerca de él a verle con detenimiento cómo lo hace.
  • John es muy celoso. No le gusta que nadie que no sea él se acerque demasiado a Sherlock. Menos le gusta que le miren mal, digan algo malo de él o le llamen raro, como Donovan. Cuando esto pasa saldría de casi todos los sitios a los que va con Sherlock con los nudillos enrojecidos por haber agredido a alguien, pero se limita a  mascullar alguna maldición. Le gustaría que los demás vieran a Sherlock como él lo ve y lo respetaran, y le revuelve las tripas el que la gente sea incapaz de hacerlo o que ni se esfuercen en intentarlo por guiarse por la primera impresión.
  • Sherlock es muy sobre protector cuando está establecida la relación. John tiene que ser delicado cuando se refiera a ellos en público y si puede evitarlo va con él a todos los sitios que pueda. No tolera que nadie hable de malas formas a John, y no tiene ningún reparto en decirle cuatro cosas a quien se atreva a hacerlo.
  • Cuando empiezan a dormir juntos no se abrazan. Sólo están tumbados el uno enfrente del otro. Poco a poco se van acercando, hasta que Sherlock se arrima a John y duerme con la barbilla apoyada levemente en su cabeza.
  • John siente una fascinación por el pelo de Sherlock, gustándole el acariciárselo suavemente cuando están en la cama o despertarle por las mañana acariciando sus rizos y apartándoselos de la frente. Más de una vez le comenta a Sherlock detalles físicos que le gustan de él, como sus manos o su cuello, pero Sherlock siempre mira a otro lado sonrojado y le dice que no le diga esas cosas porque se siente raro y no sabe qué decir.

(John H. Watson y Sherlock Holmes)

Sherlock en Nueva York después de la caída de Reichenbach

 (Sherlock durante su estancia en Nueva York)

Después de haber fingido su muerte tras el previo suicidio de James Moriarty y haberle dicho a John que era un falso y todo había sido un truco porque nadie puede ser tan inteligente, Sherlock permanece en un motel del norte de Londres durante una semanas. No podía permanecer más tiempo en el país y tenía que exiliarse durante una temporada, pero no tenía los medios para hacerlo.

Una mañana se despertó en su humilde habitación de motel al oír unos golpes en la puerta. En un principio no abre, pero cuando oye al desconocido tras la puerta que iba en nombre de un amigo, se replantea el hablar, aún sin abrirle, y conseguir información. El desconocido, un hombre corpulento, trajeado y con un maletín negro, le dice que ese amigo sabe que necesita irse lejos, y le trae lo necesario y vital para que pueda hacerlo. Abre un segundo la puerta, le quita el maletín de las manos y le despide con una sonrisa falsa.

Al abrir el maletín, encuentra, tal y como le había dicho el hombre trajeado, los papeles necesarios para poder irse de Londres. Pasaporte, carné de identidad y currículum falsos bajo el nombre de Jonathan Smith, además un billete de avión. Esa misma mañana se pone en marcha al aeropuerto y se dirige al lugar que marcaba el billete: Nueva York. Su querido amigo anónimo no pudo elegir otro lugar menos ruidoso, pesado y bullicioso para Sherlock. Ya en el avión, volvió a coger el pequeño maletín y ver todo lo que tenía dentro. Miró con detenimiento los papeles y el currículum. Master en química y psicología, lo que podría darle algún empleo o por lo menos renombre para que no le agobiaran mucho si decidía irse a un hospital a hacer investigaciones y análisis. Había una nota que antes no vió en la primera revisión del material que contenía el maletín en el motel. Ponía ''Un favor por otro favor'', sin firmar. Sherlock dedujo al instante que era Irene Adler.

A pesar de estar lejos de Londres, también en el nuevo continente tuvo que salvaguardar su antigua identidad. Su nombre, acompañado de noticias, fotos, videos y todas esas cosas que hacían los medios de comunicación y los periodistas habría viajado por todo el mundo, y un nuevo nombre no sería suficiente para no ser descubierto, porque su muerte también habría llegado a oídos de todos. Recurriría a los sencillo, cambiando su forma de vestir, su peinado y poniéndose unas gafas, pero por dentro seguía siendo el detective asesor único del mundo Sherlock Holmes.

Se instaló en un pequeño apartamento céntrico también comprado por Irene, muy cerca del Metropolitan Hospital Center, donde trabajó en sus laboratorios. Las instalaciones no eran tan buenas como las del Barts, o por lo menos no estaban a su gusto, pero podía acceder a mucha información y experimentar todo lo que quisiera. A veces le gustaba pasear o estar toda una tarde en Central Park. Era de los pocos sitios a los que salía con regularidad y donde más tranquilo podía estar, huyendo del bullicio y ruido. Aprovechó también sus años en América para mejorar sus habilidades en el combate cuerpo a cuerpo.

Además de trabajar, Sherlock necesitaba saber qué ocurría en Londres. El hombre que le llevó el maletín a su motel en Londres fue el mismo que le mandó correos electrónicos con información y fotos de sus más allegados en Inglaterra. La señora Hudson, Lestrade, John y Molly fueron vigilados con cautela, y Sherlock podía seguir sus movimientos y asegurarse de que estaban bien y a salvo. Se enteró de que su madre había fallecido mientras él estaba América. Ahora su única familia era su hermano Mycroft, del que no quería saber nada por todo el asunto de Moriarty. Le vendió, y no podía evitar tener sentimientos de odio y decepción por sus actos. Ahora su verdadera familia eran los pocos amigos que tenía.

No hizo ninguna amistad ni nada parecido en Nueva York. De alguna manera había congeniado con algún compañero del hospital, pero nada comparable a John. Lo echaba de menos cada día que pasaba, y sabía que tendría que volver a Londres tarde o temprano, aunque el tiempo que pasara sería igual de doloroso para el doctor cuando se reencontraran. Este sentimiento de culpa, por mucho que le impresionara tenerlo, no se alejaba de él en ningún momento, haciendo que estar tan lejos de su hogar y de su inseparable y muy querido amigo le reconcomiera por dentro. El estar solo y en un sitio completamente nuevo le hizo recapacitar sobre esa nueva sensación que experimentaba su cuerpo: el tener sentimientos, el poder sentir algo. Todo esto fue gracias a John, aunque Sherlock sabía que era una desventaja para él. Los sentimientos eran debilidad, pero una parte de él, puede que su corazón, que llevaba años y años encerrado bajo llave y bajo una inmensa oscuridad, viera la luz porque John lo había hecho posible. Llegó a pensar incluso que de verdad, aunque fuera difícil de reconocer, sintiera algo más que amistad por John Watson, pero a pesar de ello, a pesar de que sí podía ser cierto, tenía que negárselo hasta que se olvidara de ello, porque no era posible, y lo hizo.

Llegó un momento en el que sentía que tenía que volver, que ya no podía permanecer más tiempo en Nueva York. Había sido una estancia agradable hasta cierto punto, tachando la gran cantidad ruido que pululaba por las calles y la inmensidad de una ciudad en la que no se sentía a gusto. No se cumplieron del todo tres años cuando Sherlock volvió a Londres. Se hospedó no muy lejos del centro, pero lo suficiente como para no ser reconocido, además de seguía con el look que llevó en Nueva York. Más de una vez se adentró en el cementerio donde habían puesto su tumba, y vio que John, a una hora muy exacta, todos los días, iba visitarlo. Sherlock siempre lo miraba de lejos, como la primera vez que fue a verla, cuando él todavía estaba en Londres y no sabía qué haría. De nuevo esos sentimientos afloraban, pero no podía permitirlo, así que volvía a olvidarlos día tras día, una y otra vez, hasta que por fin volvió a ser el Sherlock de siempre por fuera y le plantó cara. ''No has dejado de venir ni un solo día, John...'', fueron sus palabras cuando le plantó cara después de tres años.

Sherlock en Scotland Yard

Cuando Sherlock volvió de la universidad con veintiséis años, tenía ya claro lo que quería hacer gracias al consejo del padre de su amigo Victor: convertirse en detective. Pero no sería un detective normal y corriente como tantos otros. Las cualidades de observación y deducción que desarrolló desde pequeño, sumadas a los inmensos y bastos conocimientos de psicología y química que había adquirido en Oxford, lo convertían en un detective único, un detective asesor, el único en el mundo, inventando él el puesto.

Su tía Elisabeth lo apoyaba en todo, y le parecía perfecto que lo que realmente le gustaba y se le daba bien fuera a lo que se dedicara, porque no dudaba de que Sherlock saldría adelante. Otra cosa era si el pequeño de los Holmes sería aceptado, ya que su trato con los demás no era ni agradable y bien recibido, desde nunca, pero Sherlock era más inteligente que ninguno, y a su debido tiempo tendrían que escucharle, y con el tiempo pedirle incluso su ayuda y colaboración.

Así, Sherlock fue a probar suerte a Scotland Yard. A los trece años intentó acudir a ellos por el caso de Carl Powers y no le tomaron en serio. Creían que era una broma, y les divertía que Sherlock a su tierna edad jugara a los detectives y dijera que algo raro había en ese caso, algo que ''gente tan incompetente y corta de midas no ve'', tal y como les dijo. La policía lo cerró a los pocos meses y no se supo nada más. Ahora Sherlock tenía veintisiete años. No era tierno, ni pequeño, ni era una broma. Nunca iba en broma. Siempre en serio, y no dejaría que le tomaran el pelo o lo repudiaran. Iba a dedicarse a eso, y pelearía. No se dejaría mangonear por nadie.

Consiguió, poniéndose firme aunque algunos le cogieron manía por su forma de ser, adentrarse en Scotland. Dejaban que fuera de vez en cuando y recogiera información. Fue en este momento cuando se le ocurrió la idea de la red de vagabundos. Más rápidos que la policía o que cualquier otra fuente informadora, los vagabundos le proporcionaban la ayuda necesaria para que la policía accediera a tenerlo allí.

A la edad de veintiocho años, Sherlock conoció al inspector Gregory Lestrade, un hombre alto y serio que le doblaba la edad y estaba centrado en su trabajo, ya que era lo único que tenía. Sherlock dedujo nada más verlo que su vida matrimonial no iba muy bien, y su poco o inexistente tacto con las personas hizo que se lo dijera a la cara nada más conocerlo. Lestrade se quedó atónito, primero porque había oído que un joven recién salido de la universidad se las daba de listillo por la central, y segundo porque al tenerlo delante, ver lo joven que era y observar de primera mano sus dotes deductivas, supo que ese chico podría hacer grandes cosas, que sería un buen hombre, pero no una buena persona si era así con la gente. No podía ir por ahí hablándole así a la gente, y menos a ''superiores'' suyos. Desde el punto de vista de Sherlock, sí podía, por supuesto que podía, ¿por qué no iba a hacerlo?

Hasta el momento Sherlock (ya con veintiocho años) pasó información e hizo favores a la policía, pero no había resuelto ningún caso, y lo necesitaba. Necesitaba que lo tomaran en serio. Se interesó en un caso que llevaba Lestrade, aunque este no quiso colaborar con él. No podía haber dos jefes en una investigación. Él era el inspector, el que sí trabajaba en Scotland Yard, y lo poco que había visto de Sherlock le decía que querría ser el que diera las órdenes. Se mantuvo firme en su postura hasta que vio que el caso no avanzaba y tuvo que pedirle a Sherlock ayuda. Este no se regodeó de que por fin se arrodillara ante él y le suplicara que entrara en el caso. Se limitó a acceder seriamente y a obedecer en la medida de lo posible, aunque seguía siendo Sherlock Holmes. Esta forma de actuar ante él hizo que Lestrade sintiera algo de curiosidad por Sherlock, además de quedarle claro que más de una vez lo necesitaría en un futuro. Podía ser pretencioso, altivo, irritante y que quiere tomar las riendas de todo él solo, sin ayuda, pero a veces se atascaba. Estaba empezando en esto y podía perderse un poco, y era Lestrade el que tenía que tenderle una mano amiga, ya que nadie más quería hacerlo. Sherlock nunca reconocería con palabras que poco a poco Lestrade se estaba convirtiendo en una persona importante para él. Después de años sin una figura paterna, Lestrade era lo que más se acercaba a ella.

Con esfuerzo, Sherlock, Lestrade y el pequeño grupo que llevaba la investigación (entre los que estaban la agente Donovan y el forense Anderson, que no aguantaban a Sherlock y este a ellos tampoco, intentando siempre que podía sacarles de quicio), consiguieron en un mes resolver el caso. De esta forma, Sherlock fue más de una vez llamado por la policía para que les ayudara, aunque el que más lo hacía era Lestrade, formando una alianza profesional entre ellos dos. Con los años hasta la actualidad, la relación de Sherlock y Lestrade se fue fortaleciendo y ahora el uno es indispensable en la vida del otro y viceversa.

(Lestrade y Sherlock en el 221B de Baker Street)

Victor Trevor

Se puede asegurar que Victor Trevor es el primer amigo que tiene Sherlock en toda su vida, ya que durante su infancia no le gustaba ir al parque a presentarse a los niños del barrio y prefería quedarse en casa leyendo o haciendo sus pequeñas investigaciones. En su adolescencia por supuesto también fue un hueso duro de roer, contando que los matones de la universidad se metían con él y se encerraba en la biblioteca o en el laboratorio a estudiar.

Sherlock Holmes y Victor Trevor se conocieron en circunstancias curiosas a la vez que ridículas. Todo se remonta al segundo año del detective en la carrera de química, cuando tenía veintitrés años. A Sherlock le gustaba sentarse en la hierba del amplio parque del campus, a la sombra de un árbol, a leer. No solía estar a la vista de nadie, y se alejaba todo lo que podía del centro del parque donde se reunían varios grupos de estudiantes o deportistas que practicaban pases de rugby. Un día mientras estaba leyendo, vio rodar hacia él una pelota. La cogió, y acto seguido un perro, un bull terrier, se abalanzó sobre él, mordiéndole la mano con la que sujetaba la pelota. Corriendo se acercó un muchacho de pelo rubio oscuro y grandes ojos azules, de complexión delgada y a vista de Sherlock un poco más alto que él. Se disculpó por la agresión de su perro y le ofreció a llevarlo a la enfermería de la universidad, aunque la mordedura no era profunda y no dejaría marca.

Victor tenía la misma edad que Sherlock y estudiaba comercio internacional y finanzas. Era un joven risueño, extrovertido, sonriente y muy sociable, todo lo contrario a Sherlock. Provenía de una familia más rica que la de Sherlock, algo que podía notar por las carreras que estudiaba y por su ropa. Es difícil proclamar a los cuatro vientos ser homosexual, así que Victor jugaba la baza de las dos bandas coqueteando con las chicas, algo que le gustaba y le divertía, además de conocer a más gente y acercarse a los demás. Su don de gentes no tenía límites y siempre se ganó la confianza de jóvenes y adultos, sin llegar a ser nunca pretencioso ni orgulloso. Sólo quería estar rodeado de personas.

En un principio la personalidad abierta de Victor echaba a Sherlock para atrás, intimidándole tanta cercanía, ya que nadie en su vida se había acercado tanto a él y no estaba acostumbrado, y mucho menos después de las agresiones que llevaba sufriendo en Oxford desde que empezó a estudiar allí. Victor se dio cuenta de que no era muy sociable y se controlaba, pero más de una vez fue a su encuentro. Aunque lo veía un chico reservado, serio y concentrado en sus estudios sin hablar con nadie, la curiosidad de Victor era inmensa e intentó acercarse a él, consiguiendo que,  pasado un año desde su encuentro y tras una conversación sobre literatura inglesa, vieran que tenían cosas en común. Sherlock seguía siendo distante con él, aunque con el tiempo se fue relajando y lo consideró abiertamente como su primer amigo, algo que se lo dijo en persona a Victor y este se sorprendió y compadeció de él. Veía en Sherlock una persona interesante y brillante, y aunque sus personalidades eran opuestas, empezó a enamorarse de él.

A veces Victor sacaba de quicio a Sherlock, y viceversa. No le gustaba que se pusiera a deducir cosas de él desde que un día averiguó con sus métodos deductivos que estaba enfadado con su padre por obligarle a emprender una carrera que no le gustaba para poder tomar las riendas de la empresa familiar. Victor se enfadó y estuvo unos días sin hablarle, algo que Sherlock no comprendió. En parte a Victor le sorprendieron sus capacidades y su inteligencia, ya que era la primera vez que lo veía hablar así y decir esas cosas, pero que pudiera ver en lo más profunde de él como su tuviera visión de rayos X lo asustó un poco. A los pocos días fue a buscarlo al laboratorio y se disculpó por haberse ido tan ofuscado, pero explicándole por qué no lo hizo. Sherlock lo entendió aunque no se disculpó con palabras, nunca lo había hecho. Otra cosa que no le gustaba a Victor de Sherlock es que fumara. Sherlock empezó a fumar al comenzar la carrera de química, y Victor odiaba el olor del cigarrillo aunque lo veía sofisticado y atractivo a su manera. Sherlock prometió que delante de él no fumaría o intentaría controlarse.

Victor era de las pocas personas que hacía reír a Sherlock. De manera sana y no malévola, se metía con su estatura, que no era mucho menor que la suya, sólo unos cuantos centímetros, pero esto ponía nervioso a Sherlock cuando estaban cara a cara y Victor se erguía mucho, haciéndole ver con una amplia sonrisa que era más alto. Sherlock fingía indignarse y acababa riéndose y dándole un cariñoso empujón a su amigo. Es verdad que el joven detective solía reírse, pero no por algún chiste que oía o por anécdotas divertidas, sino que se reía de los demás con cinismo cuando se metían con él, algo que a Victor no le gustaba porque a veces se encontraba a su amigo en los lavabos limpiándose los restos de sangre de la cara.

La amistad entre Sherlock y Victor no siempre trajo alegrías. La gente con la que antes solía juntarse Victor no entendía por qué quería estar con un bicho raro como Sherlock. Victor no podía soportar que le llamasen eso, y menos delante de él, así que lo defendía, y más de una vez se llevaba un par de golpes en los enfrentamientos. Al ver esto Sherlock y para evitar que su compañero recibiera más puñetazos y patadas, se ponía delante extendiendo los brazos a ambos lados y con una mirada amenazadora. No era de peleas y eso lo sabían sus agresores desde hacía años, desde que le rompieron su primer par de gafas, así que acababa en el suelo junto a Victor, pero por lo menos conseguía cansarlos y que les dejaran en paz hasta la próxima. Ambos se animaron después de un par de enfrentamientos más a tomar clases de auto-defensa y boxeo.

Nunca, desde que se conocieron, Victor le confesó sus sentimientos a Sherlock. Podía estropearlo todo, estropear la primera amistad de Sherlock y el amor idílico que Victor sentía por él. Era mejor soñar y vivir la vida tal y como estaba siendo escrita. En el verano antes de comenzar el último curso de sus carreras, a los veinticinco años, Sherlock fue invitado a la casa de campo de la familia de Victor. Este viaje decidiría el destino de la carrera posterior de Sherlock y la amistad de ambos. A pesar de que no quería confesarle sus sentimientos, en ese viaje, cuando estaba en la playa, estuvo apunto de decírselo, decírselo todo, pero cuando Sherlock le miró directamente, una mirada fija e interrogativa porque Victor había dejado la frase a medias, se acobardó, algo de lo que actualmente se arrepiente. 

Sherlock más de una vez había dicho que aunque ya estaba titulado en psicología e iba a terminar la de química, no sabía qué hacer en un futuro. Le encantaba deducir, investigar y le atraía el poder ayudar a la policía ya siendo más mayor como lo era a resolver casos, ya que de joven no le hicieron caso con el caso de Carl Powers. Victor escuchaba todas sus dudas y las entendía, porque aunque él estaba amarrado a un futuro que no quería, de no tenerlo todo decidido, tampoco sabría qué hacer con su vida. Nunca pensó que su padre sería el causante de su separación. Cuando Sherlock comentó en una cena sus dudas sobre su futuro, el padre de Victor le dijo firmemente que debería hacerse detective privado o algo así y asentarse en Londres. A Sherlock se le iluminó el rostro mientras a Victor se le nublaba. Más tarde y en privado el padre de Victor le dijo a este que debería irse acabados los estudios en la universidad a la India para empezar a meterse de lleno en la empresa naviera de la familia.

En ese momento, con el destino y el futuro marcado, un futuro que le separaba de su amigo y su amor, Victor se volvió una persona más seria y errática. Además eso hizo que la relación con su padre se volviera mucho más fría y distante. Sherlock se percató de ello, pero no rompió su promesa de deducir algo sobre Victor. Pasaron su último curso en Oxford juntos, intentando disfrutar alegremente (sobre todo Victor, ya que Sherlock seguía como siempre) cada momento. Sherlock se marchó a Londres con su tía, ya con su futuro claro. Victor quedó encadenado en la India, aunque poco a poco intentó esforzarse porque le gustara su trabajo. Trabajó duro y a la muerte de su padre, quedando él como mayor accionista y encargado de la empresa, se hizo más presente, expandiendo el negocio y consiguiendo alianzas importantes con otras empresas gracias a su encanto y sociabilidad. Mostró mucho temple y firmeza cuando hubo momentos duros y obstáculos y nada le detuvo.

Cuando se enteró de que Sherlock se había suicidado y la prensa lo tachaba de impostor y falso, a Victor  se le vino el mundo encima, pero no podía hacer nada por volver a Inglaterra. A pesar de las falacias de los periódicos y los medios de comunicación, siempre creyó en Sherlock Holmes y en que James Moriarty era real y no una invención. (Sólo rol y fanfic >) Actualmente Victor está en Londres, y sabe que Sherlock está vivo. Tras un incidente de empresa en la que la policía lo fichó como culpable de unas muertes de asociados, Victor contrató a Sherlock para que le ayudara. Estando en la cárcel tras ser del todo culpado, Sherlock lo visitó y Victor terminó confesando sus sentimientos aunque sabía que ahora el detective tenía a otra persona. Sherlock consiguió exculpar a Victor y este ahora intenta recuperar el control y establecer el equilibrio en su empresa.

(Tom Hiddleston, nuestro headcanon de Victor Trevor)

Estancia con su tía y años de universidad hasta la actualidad














(Ben Whishaw, mi headcanon de Teen!Sherlock)

No fueron necesarias suplicas para convencer a Elaine. Accedió casi de primeras a que Elisabeth se llevara consigo a Sherlock, que en ese momento tenía casi quince años. Sherlock se llevó de su casa lo único que le importaba de verdad, los libros de su padre, que los había dejado en su testamento. Los cogió todos, aunque actualmente conserva los libros de más valor sentimental e intelectual tienen para él.

Elisabeth Bayle vivía cerca del Museo Británico (algo que le vino realmente bien a Sherlock cuando terminó la universidad). Siempre fue un gran y sincero apoyo para Sherlock, y le dio consejos personales importantes: no podía ocultar su potencial al mundo; debía sacarle el mayor provecho posible porque a él le gustaba lo que hacía, y tenía que ser él mismo. Sabía de sobra cómo era Sherlock, y más conforme crecía. Sociópata, lo llamaban algunos. Para Elisabeth era un muchacho brillante, visionario, incomprendido, reservado pero de carácter fuerte si se le provocaba y curioso, muy curioso. Estos rasgos han cambiado con el tiempo, pero no demasiado. También sabía que si personalidad le pasaría factura tarde o temprano al interactuar con otras personas, porque le costaba tratar de igual a los extraños, sacándolos de quicio cuando deducía algo sobre ellos, pensaba que lo peor que podía hacer era ocultarse, ocultar su ingenio y visión al mundo, una visión sin límites que todo lo ve. Sherlock tenía que sacarlo a relucir y disfrutar plenamente de lo que hacía.

Sherlock tenía dinero, un fondo de ahorros en el banco que abrió su padre hacía años para los estudios y necesidades, aunque no era mucho, pero Elisabeth le proporcionó toda la ayuda económica necesaria. A Sherlock no le gustaba pedirle nada. Bastante había hecho con sacarlo de su casa y alejarlo de una madre que apenas le dio amor. Intentaba pagar esa deudo siendo educado y respetuoso cuando había visita y estudiando mucho. Le costaba reprimirse, por eso ahora si puede evitar deber favores, mejor para él.

Su esfuerzo dio frutos cuando con sólo diecisiete años entró en la Universidad de Oxford. Desde el principio fue marcado con la etiqueta de raro, antisocial y sabelotodo, y Sherlock intentaba aguantar lo que le solían decir o echar en cara, pero no siempre era capaz de controlar su temperamento, y más de una vez llevaba a su habitación del campus con las gafas rotas (Sherlock desde pequeño ha necesitado gafas, pero tras varios pares rotos, decidió ponerse lentillas) o con la nariz sangrando y la marca oscura de un buen derechazo en la mejilla. Por eso se pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca o en el laboratorio, avanzando en sus investigaciones y ampliando sus conocimientos.

Así pudo graduarse en psicología en cuatro años, pero seguía interesado en continuar allí, y cinco años más tarde se graduó también en química. Fue al inicio de esta carrera cuando empezó a fumar, cuando rozaba los veintidós años, y en sus últimos años de universidad conoció a Victor Trevor (Ver Victor Trevor), su primer amigo. Su ''vida social'' cambió ligeramente debido a esto, pero los enfrentamientos con matones y listillos del campus seguían ahí. Eran personas con las que no se podía razonar, Sherlock era consciente de ello, y por eso demostraba su intelecto y les dejaba como a unos ineptos, poniéndolos en ridículo. Se podría decir que era él quien salía victorioso. Su amistad con Victor fue importante para el futuro de Sherlock. Gracias a un consejo que le dio el padre del chico cuando fueron a su casa de campo, hizo que se decidiera del todo a establecerse de nuevo en Londres y se dedicara a la investigación y a la deducción al completo como detective asesor, el único en el mundo, ya que Sherlock inventó el puesto.

Durante sus nueve años como estudiante sólo se preocupó por sus investigaciones, por estudiar y por aprender todo aquello que no le resultara aburrido. En ningún momento se interesó por relaciones ni amorosas ni amistosas (sin contar a Victor). Como se sabe desde que era pequeño, no sabía cómo entablar una conversación con alguien sin llegar a molestarle o sin que esa persona le aburriese. A veces se le acercaba alguna que otra chica, pero Sherlock hacía caso omiso. El lazo que tuvo con sus sentimientos se deshizo hacía muchos años, y además de no entender indirectas o insinuaciones (algo que ya adulto capta con más facilidad), no sentía interés alguno en centrarse en esas cosas.

Sherlock volvió a Londres con su tía a los veintiséis años. Elisabeth Bayle lo acogió de nuevo con los brazos abiertos. Sherlock se pasaba muchas tardes en el Museo Británico ampliando más sus conocimientos y descubriendo cosas nuevas. Además se las apañó para que la policía accediera a que ayudara en algunos casos. A los veintiocho años conoció al inspector Gregory Lestrade, con quien resolvió su primer caso y entablando así cierta relación de cercanía y confianza con él (Ver Sherlock en Scotland Yard). A partir de ese caso, Sherlock se interesaba más por los trabajos que llevaba Lestrade. No siempre se entendían, ya que el inspector intentaba mantenerse firme y por encima, pero no podía domar la soberbia y superioridad de Sherlock. Actualmente Lestrade es más o menos una figura paterna para Sherlock. Al mismo tiempo que empezó a trabajar con la policía, se adentró en la rutina del hospital St. Bartolomé, conociendo así a Molly Hooper, una trabajadora de la morgue.

La felicidad que Sherlock sentía al tener a alguien de su familia que apreciaba su trabajo y comprendía su forma de ser duró poco más. Cuatro años después de su vuelta, cuando Sherlock tenía treinta años, un cáncer de pulmón se llevó a Elisabeth Bayle. Sherlock sabía que durante sus años de universidad ella había estado bajo cuidado y pagando el tratamiento, y mejoró dos años antes de la segunda graduación de Sherlock, pero el sino es inesperado y engañoso. Sherlock le recomendó a su tía que no reparara en gastos y que si hacía falta ya se buscaría él la vida cuando se fuera a vivir solo en un futuro. Casi todo el dinero se lo llevó el tratamiento del cáncer. Muerta su tía, Sherlock sentía que ya nada le ligaba a su familia. Las dos personas que más le habían querido habían muerto, con su madre no se hablaba y su hermano a veces contactaba con él para ayudarle en algún asunto del gobierno, pero nada más. Era hora de empezar de nuevo y en solitario. A Sherlock sólo le quedaba el fondo de ahorros del banco con el que podía apañárselas para empezar, los libros de su padre y el grato recuerdo de cariño y fraternidad que le dio su tía.

Tres años después se fue del piso de su tía tras una orden de desahucio, porque no podía pagarlo. Dio con un pequeño pero acogedor piso cuya casera era la señora Hudson, una anciana encantadora y maternal que aunque veía en un principio a Sherlock como una persona peculiar y diferente, no tuvo reparos en hacerle una oferta, pero le aconsejó que intentara encontrar a alguien con quien compartir el 221B de la calle Baker. Sherlock le comentó a un conocido, Mike Stamford, que quién iba a querer compartir piso con él. Unos días más tarde, en el laboratorio del hospital, Mike le presentó al doctor John Watson.

Martha Parker

(Historia sólo rol y fanfic >) Mycroft Holmes y Martha Parker entablaron una relación amorosa muy intensa cuando ella tenía dieciseis años. Un día, mientras Mycroft estaba en una cafetería con unos compañeros de la universidad, vio pasar a una esbelta chica de pelo rizado castaño oscuro y se quedó prendado. La siguió y descubrió que iba a baile, así que cuando tuvo la oportunidad, fue a verla a uno de sus espectáculos y la esperó a la salida para presentarse. Estaban realmente enamorados, y a pesar de ser joven, ella estaba muy implicada. Mycroft también, y aunque era cuatro años mayor (casi veinte años), la quería mucho, e incluso quería casarse con ella, pero la familia Holmes no aprobaba la relación, y mucho menos aprobaría un matrimonio. Concretando, era la madre de Mycroft la que no quería saber nada de esa chica. No quería que le arrebatase a su hijo. A Mycroft le dio igual y siguió con Martha a pesar de la negativa de Elaine.

Cuando cumplieron un año, Mycroft llevó a su hermano a conocer a Martha (Sherlock tendría unos trece años. Fue a esta edad cuando leyó el caso del pequeño Carl Powers en el periódico, su inicio. Sólo él vio algo raro en el caso e intentó llamarle la atención a la policía, pero a nadie pareció interesarle). Esa noche bailaría en El Cascanueces, de Tchaikovsky. Sherlock fue a regañadientes porque creía que su hermano le estaba gastando algún tipo de broma. No entendía por qué últimamente estaba tan simpático con él, pero cuando vio a Martha lo comprendió. A Sherlock le cayó muy bien. La veía una chica inocente pero madura, muy guapa, una gran bailarina y con una sonrisa muy sincera. Pocas veces había visto Sherlock ese rasgo en una mujer, ya que su madre apenas le sonreía. Sólo su tía Elisabeth le dedicaba una cálida sonrisa cuando le visitaba. Sherlock, que se había cerrado ante extraños tras la muerte de su padre y se mostraba antisocial, volvió a abrirse con Martha. Gracias a ella se interesó por la música en general, pero sobre todo por los ballets de Tchaikovsky, convirtiéndose en un amor que hoy en día perdura.

Cuando llevaban un año y unos pocos meses, antes de que Martha cumpliera los dieciocho, Mycroft tenía pensado pedirle matrimonio. Martha lo sabía, y la madre de Mycroft también, y no iba a permitirlo. Martha llevaba semanas con mareos y malestar físico, aunque se lo ocultó a Mycroft. Fue sola al médico, y este le dijo que estaba embarazada. Elaine se dio cuenta en una visita de Martha de que no tenía muy buena cara. Era su mejor oportunidad para romper su relación y librarse de ella. Consiguió alejarla de Mycroft llevándosela a otra sala, y le dijo que sabía que estaba embarazada. Le aseguró que si seguía adelante con su hijo y le decía que sí a su propuesta de matrimonio, ella haría lo que fuera posible para separarlos y para quitarle el bebé. Martha no tuvo más remedio, muy a su pesar, de decirle que no a Mycroft. Un no fue lo único que dijo. La vida que crecía en ella no podía irse, no podría ver cómo se la arrebataban, pero sufrió en su corazón el tener que dejar a Mycroft.

A partir de entonces intentó alejarse de él y de su familia para mantenerse a salvo tanto ella como él, porque sabía que Mycroft la quería mucho y de haber seguido con la relación y posteriormente con un matrimonio, la separación provocada por su madre le mataría. Era mejor así. Nadie más en la familia Holmes supo lo del embarazo ni la razón de por qué Martha no quiso casarse con Mycroft. La única persona que sospechó algo fue Elisabeth, que se encariñó rápidamente con ella, pero al no tener pruebas relevantes, no pudo decir nada. Sherlock no volvió a ver a Martha, pero nunca se olvidó de ella. Después de esto, el hermano mayor de los Holmes se convirtió en el Hombre de Hielo.

(Kat Dennings, nuestro headcanon de Martha Parker)

Infancia. La familia de Sherlock

 (Asa Butterfield, mi headcanon Kid!Sherlock)

De pequeño, Sherlock no era tan distante y frío como en la actualidad, pero siempre se mostraba tímido y reservado. La familia de Sherlock era de clase social media alta, bien acomodada, que podía permitirse el lujo de tener un buen piso en el centro de Londres además de un chalé en el campo. Los lujos y la comodidad eran algo que a Sherlock no le importaba. Por supuesto sabía que gracias a ello podía acceder a la enorme y surtida biblioteca de su padre, o que su madre (muy de vez en cuando) le trajera algún juguete.

Desde muy temprana edad, sintió interés por los puzzles, los juegos de lógica, los acertijos y la lectura algo madura para su edad pero realmente fascinante para él. Le gustaba que su padre le leyera los libros de Oscar Wilde, una pasión que no ha mermado con los años, conservando los libros de su biblioteca.

Nunca ha tenido una relación cercana con su hermano Mycroft, siete años mayor que él. Mycroft tiene una capacidad de deducción mucho más alta que la de Sherlock, pero no llegó a interesarse en gran medida por sus poderes tanto como Sherlock. Solían discutir por cosas triviales, en los que el juez que marcaba el desempate y proclamaba un vencedor era su madre.

Su padre era Robert Holmes, un hacendado inglés y la parte dulce del matrimonio. Tenía la salud un poco mermada y casi siempre tenía que estar en casa, pero a pesar de eso, siempre que podía le gustaba pasar tiempo con sus hijos por igual, sin marcar un favorito, aunque Sherlock notaba que le prestaba más atención a él que a su hermano. La salud precaria de Robert se lo llevó muy pronto, dejando huérfano de padre a Sherlock con tan solo nueve años y cambiando de manera brusca su forma de ser. Si antes era reservado, ahora lo era el doble y no permitía que nada ni nadie lo sacara de su caparazón a prueba de sentimientos y emociones.

Su madre era Elaine Bayle, descendiente de una longeva estirpe de pintores franceses. Era autoritaria, mandona y altiva, y su ojito derecho de siempre había sido Mycroft, mostrando poco interés en ocultar esta preferencia a ojos de Sherlock. Nunca se tomó en serio el potencial y la inteligencia de Sherlock, que ilusionado iba a contarle algún descubrimiento que había hecho y ella ni le miraba. Cuando Robert murió, su carácter empeoró más, volviéndose posesiva y sobre protectora. Sherlock pudo librarse de ella un poco, pero fue Mycroft el que sufrió con el paso del tiempo esta posesión maternal.

Robert en vida siempre se preocupó por él, pero al no recibir mucha atención por parte de Elaine, tuvo que madurar rápido. A los doce años se mostraba como un joven independiente, muy inteligente y todavía reservado, pero sin pelos en la lengua si alguien le molestaba o veía interesante el deducir algo de él. Seguía leyendo todos los libros que veía interesantes en la biblioteca de su padre, dando poco a poco con temas que le atraían como la literatura inglesa, la filosofía, el estudio del cuerpo humano, la química y la psicología, siendo las dos últimas materias sus favoritas. Ya desde tan joven entrenaba el almacenar y depositar en su cabeza lo realmente esencial, olvidándose de las cosas que le resultaban prescindibles y aburridas.

A los doce años Sherlock notó un cambio en su hermano, un cambio en el que mostraba más cercanía hacia él y menos voces y gritos. Este cambio se debió al noviazgo que tuvo con una joven bailarina, cuatro años mayor que Sherlock, llamada Martha Parker (Ver Martha Parker). Cuando llevaban un año, Mycroft lo llevó a un ballet a presentársela. Después de años cerrándose en banda hacia extraños tras la muerte de su padre, Martha fue la primera persona que interesó a Sherlock. Gracias a ella mostró un enorme interés por la música, antes mero elemento acompañante en cenas o reuniones importantes de la familia. Su amor por los ballets de Tchaikovsky perdura hoy en día, además de admirar la fuerza de Beethoven o la despreocupación de Mozart. Por razones que Sherlock aún desconoce, Mycroft y Martha terminaron su corta relación tras dos años y poco más, y no volvió a saber nada sobre ella. A partir de entonces su hermano volvió al lado oscuro y a ser una persona distante, metódica y fría. Sherlock nunca se olvidó de Martha, siendo una persona que le ofreció tanto.

Una persona que lo apoyó mucho desde pequeño, pero sobre todo más cuando su madre se volvió autoritaria después de la muerte de su padre, fue Elisabeth Bayle, su tía y hermana de Elaine. Era totalmente diferente a su madre, y le recordaba mucho a su padre. Era dulce, atenta y comprensiva. No siempre podía visitar a su hermana, pero cuando lo hacía se volcaba en Sherlock, haciéndole ver que sus aptitudes, su inteligencia y las cosas por las que se interesaba eran importantes, haciéndole entender que el mundo era simple y él era alguien muy especial que haría grandes cosas (con los años la personalidad de Sherlock fue cambiando la perspectiva que tenía de la palabra ''simple'' por ''ordinario'' y ''aburrido''. Ya a esta edad se puede ver que su personalidad antisocial hace acto de presencia). Con su ayuda, Sherlock pudo irse a estudiar lejos de su madre e irse a vivir con ella unos años antes de entrar con tan sólo diecisiete años en la universidad de Oxford.


(Gary Oldman y Helen Mirren, mis headcanons de Robert Holmes y Elaine Bayle)

 (Cate Blanchett, mi headcanon de Elisabeth Bayle)

Sherlock Holmes (Descripción general)


  • Nombre completo: Sherlock Holmes.
  • Fecha de nacimiento: 6 de enero de 1976.
  • Altura: 1'84 m.
  • Familia: Mycroft Holmes, su hermano mayor, con el que no mantiene una estrecha y fraternal relación. Se podría decir que la señora Hudson, su casera, y el inspector Gregory Lestrade son como unos segundos padres para Sherlock.
    • Ocupación: Detective asesor.
    • Graduado en la Universidad de Oxford en psicología y química. Tras su graduación, se instaló cerca del Museo Británico para poder estudiar las ciencias necesarias para el desarrollo de su carrera. Más de una vez ha rechazado el ser nombrado sir.
    • Relaciones: Pocas son las personas cercanas y de confianza de Sherlock, pudiéndose contar con los dedos de una mano. Se dice que Sherlock no tiene corazón, pero en realidad no ha sentido interés por explotar los sentimientos que se supone tienen los seres humanos. Sabe lo que quiere y lo que necesita, lo importante e indispensable, o eso cree él. Por eso es una persona fría, metódica y a veces hiriente con sus palabras. Sólo John es capaz de hacer que se modere y se muestre más comprensivo, hacerle pensar y escoger las palabras antes de hablar, y a pesar de ello a veces es bastante duro o crítico con el doctor, pero con el tiempo esto va desapareciendo. John es la prueba de que Sherlock es capaz de sentir remordimientos, culpa, miedo y hasta amor, y cuando se da cuenta de ello, entiende lo que de verdad siente por esa persona tan única para él, su piedra angular.
    • Aficiones: Tocar el violín como vía de escape al aburrimiento, como descanso tras muchas horas de trabajo o simplemente lo toca para hacer de rabiar a John cuando este está trabajando. Fuma, tiene un blog, La Ciencia de la Deducción, le gusta la lectura de Oscar Wilde y le encanta el ballet, sobre todo los compuestos por Tchaikovsky.
    • Residencia: 221B de la calle Baker, Londres. Vive con su fiel compañero, amigo y blogger John H. Watson.